Pongo un artículo del gran Francisco Guerrero porque creo que, a pesar de decir lo de siempre, lo dice de una forma muy certera:
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No soy demasiado amigo de escritos, de crear teorías para ser llevadas al papel ni de presentar literariamente algo como una composición.
Las intenciones en arte no bastan. Las intenciones en arte sobran, están de más, molestan y enturbian lo que verdaderamente interesa: la obra de arte. Conozco maravillosas, extraordinarias declaraciones de intenciones que solo sirven para manifestar más claramente la torpeza del compositor que las lanza y que las lanza para ver si convence a alguien y para convencerse a sí mismo.
Pero es evidente que incluso el que rehúsa comentar también puede equivocarse y escribir mala música. Como decían no hace mucho en estas mismas páginas, (revista Pochiss. Rall.) el problema del arte moderno es que hay que inventárselo. Al aficionado medio es muy difícil explicarle lo tonto y fácil que es copiar los lenguajes del pasado. Lo tonto y lo fácil que es volver a hacer igualmente bien lo que otros ya hicieron ¡y hasta se lo inventaron!
Bien, pues eso basta con saber hacerlo: es algo que simplemente se aprende y se aprende simplemente.
Y supongo que convendremos que debería saberse diferenciar entre un creador potente y un mono amaestrado. Todo eso de las vueltas al pasado, salvo excepciones que no existen, es un modo grosero de encubrir la incapacidad, la falta de imaginación, la ñoñería, la voluntad, y sobre todo, el talento y la incapacidad para la invención.
Y la sinceridad, pero de la clase que busca y a la que no satisface contar historias ya contadas. Si el creador se entrega no tendrá jamás la necesidad de preguntarse por la novedad de su obra: esa novedad estará.
Ya está escrito: "Lo que no es tradición es plagio".
Yo me considero absolutamente tradicionalista. Yo no me considero plagiario de ninguna época. Yo no vuelvo la cara atrás con la estúpida idea de atrapar el pasado y volver a crearlo. Prefiero inventar el presente y colaborar en la invención del futuro. Nada se crea en aquellas condiciones, sólo la burda repetición simiesca.
En términos de psicoanálisis, esas vueltas al pasado son vueltas al claustro materno. Vueltas a lo ya conocido, a lo que protege, a lo que sabemos que es bueno, etc.
Es una vuelta ante la incapacidad y el miedo a salir a vivir, a tener que encararse con el mundo, con lo nuevo, con lo desconocido, con lo que hay que dominar.
Por otro lado, estamos acostumbrados a que a todo el mundo se le atribuya la virtud del ?oficio?.
Pero debemos ser serios, y es de mi humilde opinión que el saber pensar la música debiera considerarse parte del ?oficio?. Es más, hay ?oficios? por ahí que son chapucerías. Hay ?oficios? por ahí que demuestran la mayor falta de lo que se supone que tienen. Hay, en fin, ?oficios? de morirse de la risa.
El ?oficio? es ese mínimo que debe ser exigido al compositor y, desde luego, no debe servir para alardear de él. Nadie alardea de tener dos ojos o hígado.
El ?oficio?, pues, consiste para muchos en repetir mal las mismas tonterías de siempre.
Nota: el famoso "todo lo que no es tradición, es plagio", es de Eugenio d'Ors, me parece.